Había una vez una pequeña aldea situada en lo profundo del bosque. En esta aldea vivía un niño llamado Peter, al que le encantaba explorar y jugar al aire libre.
Un día, mientras paseaba, Pedro se topó con una vieja cabaña en el bosque de la que se decía que pertenecía a Baba Yaga, una infame bruja que llevaba años aterrorizando a los aldeanos. Sin saber nada más, Peter decidió que echaría un vistazo más de cerca a la cabaña y quizá incluso entraría en ella si podía encontrar el camino hacia el interior.
Justo cuando Peter se acercó lo suficiente para ver lo que había dentro de la cabaña, ¡sintió de repente que algo le agarraba por detrás! ¡Era la propia Baba Yaga! Con un rápido movimiento, cogió al joven Pedro y se fue volando con él en su escoba mágica hacia su oscuro castillo en lo más profundo del bosque.
Los aldeanos se quedaron desconsolados cuando se enteraron de lo que le había sucedido a su querido y joven amigo; sin embargo, eran impotentes ante los hechizos mágicos de Baba Yaga, así que lo único que podían hacer era esperar y rezar por su regreso. Mientras tanto, en su castillo, Baba Yaga mantenía al pobrecito Pedro encerrado en una de sus torres, donde le obligaba a ayudar en muchas tareas durante el día antes de volver a encerrarlo cada noche. Pasaron meses sin saber nada del pequeño Pedro, hasta que finalmente una valiente niña decidió que era hora de salvarlo de una vez por todas.
La valiente muchacha se adentró en el bosque armada únicamente con valor y bondad en lugar de armas o armaduras, decidida a llevar al joven Pedro de vuelta a casa sano y salvo, pase lo que pase.
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