Érase una vez, en el Bosque de los Cien Acres, un tierno oso llamado Winnie The Pooh. Era muy simpático y le encantaba explorar el bosque con sus amigos. Todos los días se paseaba por los árboles en busca de miel o vivía emocionantes aventuras con sus buenos amigos Piglet, Tigre, Conejo y Eeyore.
Una mañana, mientras Winnie The Pooh paseaba por el bosque, oyó un zumbido procedente de los árboles cercanos. Cuando se hizo más fuerte, se dio cuenta de que debían ser abejas. Winnie las había visto antes, pero nunca tan de cerca, así que decidió investigar más. Se acercó lentamente de puntillas al lugar de donde procedía el sonido hasta que llegó a un viejo árbol hueco lleno de deliciosa miel.
Winnie sabía que si podía entrar en ese árbol, a todos sus amigos les encantaría compartir sus dulces golosinas, especialmente a Conejo, al que nada le gusta más que masticar zanahorias y panal de miel. ¿Pero cómo podría Winnie entrar? Pensó en pedir ayuda a alguno de sus amigos animales, pero ninguno parecía lo bastante valiente como para enfrentarse a esas furiosas abejas… ¡excepto quizá Tigger!
Tigger es famoso por estar lleno de energía y estar siempre saltando de un lado a otro, así que seguro que ni siquiera un montón de abejas obreras ocupadas lo asustarían. Así que, sin dudarlo, Winnie corrió rápidamente hacia la casa de Tigger y le preguntó si quería acompañarle en la aventura… ¡Por supuesto, Tigger dijo que sí!
Juntos volvieron a correr hacia el árbol lleno de abejas, listos para la batalla, cuando de repente ocurrió algo mágico: todas las abejas empezaron a volar a la vez, dejando una entrada abierta a su casa secreta, ¡qué suerte! Rápidamente, ambos se lanzaron al interior, ansiosos por descubrir qué tesoros había dentro… ¡y, efectivamente, había montones de pegajosa miel dorada esperándoles! Cada uno de ellos cogió un puñado mientras se reía incontroladamente por su golpe de genio: ¡lo habían conseguido!
Después de llenarse la barriga de deliciosa miel, decidieron que harían juntos unos dulces especiales con los ingredientes que les habían sobrado: avena.
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