Había una vez, en una tierra lejana, un dragón que vivía en el bosque. Se llamaba Jimmy y le encantaba jugar con todos los demás animales que vivían cerca de él.
A Jimmy le gustaba volar por ahí y contemplar todas las vistas, pero siempre se quedaba cerca de su casa en el bosque. Nunca quería alejarse demasiado de sus amigos.
Un día, Jimmy vio algo extraño en la distancia: ¡era un grupo de personas que llevaban armaduras y espadas! ¡Marchaban hacia su parte del bosque!
Voló rápidamente de vuelta a casa para contar a todos lo que había visto. Todos sus amigos del bosque estaban muy asustados: ¡sabían que esas personas debían ser caballeros que venían en busca de dragones!
Jimmy no quería problemas, así que decidió esconderse hasta que pasaran. Pero un caballero le vio cuando intentaba escabullirse y le llamó. Jimmy se quedó helado de miedo: ¡esto podría suponer un gran problema para él si le pillaban!
Afortunadamente, un valiente conejo se adelantó y se ofreció en lugar de Jimmy diciendo «Estoy seguro de que me buscan». Sin embargo, los caballeros no se dejaron engañar: sabían que no era realmente un dragón lo que tenían delante, pero aun así le dieron las gracias al conejito antes de adentrarse en otra parte del bosque sin encontrar su objetivo: Jimmy, el dragón reticente.
En cuanto se marcharon, todos los amigos animales de Jimmys salieron corriendo de los escondites donde habían estado observando atentamente mientras se ocultaban a salvo durante toda esta aventura. ¡Todos se sintieron aliviados de que su amigo siguiera a salvo después de tan emocionante acontecimiento!
A partir de entonces, cada vez que alguien mencionaba a los dragones o a los caballeros que se acercaban, Jimmy se reía y decía: «¡Ya no hay que preocuparse por esas cosas tan molestas!» Así termina nuestra historia de hoy sobre cómo la amistad puede hacer que incluso las situaciones difíciles sean mucho mejores de lo esperado, como cuando los valientes conejos se ofrecen como sustitutos de los dragones. La moraleja aquí es que el verdadero valor no viene de la fuerza o el tamaño, sino de la bondad que se muestra desde el interior de tu corazón, por muy pequeño que seas.
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