Había una vez un sastre muy alegre que vivía en un pequeño pueblo. Siempre estaba alegre y tenía una sonrisa contagiosa en la cara. Todos los habitantes del pueblo le querían por su buen corazón y su actitud alegre.
Un día, el sastre decidió emprender una aventura y explorar el mundo fuera de su pequeña aldea. Metió todas sus pertenencias en una mochila y partió con una sonrisa en la cara.
Pronto se encontró con unos escalones gigantes que parecían conducir a algún lugar importante, ¡quizá incluso al Cielo! El ágil sastre subió estos escalones con determinación, pero pronto se cansó mucho debido a su inclinación. De repente, oyó un ruido que venía de arriba, ¡parecía que alguien estaba cantando!
La voz cantante pertenecía a siete enanos que se divertían juntos mientras trabajaban en su mina, cerca de la parte superior de la escalera. Le dieron una cálida bienvenida cuando le vieron agotado al pie de su escalera y le ofrecieron agua, comida y descanso antes de seguir adelante con ellos hacia las puertas del cielo.
Cuando llegaron a la puerta del cielo, San Pedro les preguntó qué regalo podía ofrecer cada uno como prueba de que merecía entrar en el paraíso. Los siete enanos ofrecieron monedas de oro de su mina, pero cuando llegó el momento de nuestro sastre, éste no tenía nada, salvo unas agujas e hilos viejos que utilizaba para remendar la ropa en su pueblo; sin embargo, esto no parecía muy útil aquí, ¡así que todos se rieron de él!
Pero entonces ocurrió algo sorprendente: el sastre empezó a coser rápidamente con esos pocos y sencillos elementos hasta que, de repente, aparecieron cuatro hermosos trajes hechos con el colorido material del arco iris: ¡un traje para cada uno, perfectamente confeccionado a la medida de cada enano! San Pedro quedó tan impresionado por esta hazaña que les permitió a todos entrar en el Cielo de inmediato, ¡a pesar de no llevar ninguna moneda de oro ni ningún otro regalo valioso!
Todos celebraron con alegría la entrada en el paraíso gracias, sobre todo, a la rapidez mental de nuestros inteligentes sastres; ¡si todos supiéramos lo poderosas que pueden ser también las palabras junto con la costura! A partir de entonces, cada vez que alguien necesitaba ayuda o consejo, la gente buscaba al Alegre Sastre porque, independientemente del problema al que te enfrentaras, podías contar con la alegre disposición de nuestro héroe para encontrar soluciones allí donde otros no podían ver ninguna esperanza.
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