Había una vez un niño llamado Hans Christian Andersen. Tenía grandes sueños y era muy imaginativo.
Hans vivía en un pequeño pueblo con su familia. Todos los días miraba por la ventana de su casa y soñaba con lugares lejanos y aventuras mágicas. Un día Hans decidió explorar fuera de los muros del pueblo, donde encontró un viejo bosque lleno de árboles altos, criaturas misteriosas, arroyos burbujeantes y plantas extrañas.
Hans se aventuró a adentrarse en el bosque y acabó encontrando un claro con varias piedras grandes esparcidas a su alrededor. En el centro había una enorme roca que parecía llamarle. Al acercarse, Hans oyó que alguien hablaba desde el interior: era un anciano que le preguntó si quería escuchar algunas historias.
El anciano contaba historias increíbles sobre valientes caballeros que luchaban contra dragones, princesas que encontraban el amor verdadero contra todo pronóstico, brujas malvadas que recibían su merecido… ¡y mucho más! Cada historia cautivaba la imaginación de Hans aún más que antes, ya que eran tan vívidas que le parecía estar viviéndolas él mismo.
Una historia en particular se le quedó grabada en la mente: la de cómo el valor puede vencer al miedo, independientemente del tamaño que tengas o de lo poderosos que parezcan tus enemigos. Esto inspiró tanto al joven Hans que, cuando se enfrentaba a un peligro o a una dificultad, recordaba estas palabras: «El valor no es algo que tengamos, sino algo que debemos encontrar dentro de nosotros mismos».
Finalmente, la noche empezó a caer y el anciano se despidió hasta la próxima vez, pero dio un último mensaje al joven Hans: no olvides nunca lo que has aprendido hoy aquí: ¡la vida es demasiado preciosa para no hacer que cada momento cuente! Con este pensamiento ardiendo en su interior para siempre, el pequeño Hans regresó a su casa a través de los oscuros bosques, por fin a salvo… o eso creían todos…
Una noche, al volver a casa, mientras caminaba por un sinuoso sendero cerca de las murallas de su pueblo, ¡aparecieron de repente tres enormes trolls que le impedían el paso! Aterrorizado, pero decidido a no mostrar ningún miedo -recordando aquellas sabias palabras que le dio el anciano del bosque- el pequeño y valiente Hanns gritó «¡Soy más valiente de lo que nunca seréis!» Los trolls empezaron a temblar de miedo al oír semejante valentía de alguien tan pequeño y luego desaparecieron sin decir una palabra más dejando sólo polvo tras de sí…
A partir de ese momento, la aventura siguió a nuestro héroe allá donde fuera, ya fuera real o imaginaria, lo que hizo que cada viaje fuera realmente emocionante (¡aunque a veces fuera peligroso!). Y aunque muchos años después Han se hizo famoso en todo el mundo gracias a sus historias, en el fondo lo más importante seguía siendo lo mismo desde aquel primer día fatídico de hace mucho tiempo en el bosque encantado…. Que el valor no proviene de ser fuerte, sino de tener la suficiente fe para saber que puedes hacer cualquier cosa, por muy difíciles que parezcan las cosas.

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