Érase una vez una malvada bruja que maldijo a los seis hijos del Rey y la Reina. La malvada hechicera los convirtió en cisnes y dijo a la pareja real que la única forma de romper su maldición era que su hija permaneciera en silencio durante siete años. Si antes pronunciaba una sola palabra, seguirían siendo cisnes para siempre.
La princesa accedió valientemente a cumplir los deseos de sus padres, pero no le resultó fácil guardar silencio, pues los días se convirtieron en semanas y los meses se alargaron sin fin. Mientras velaba a sus hermanos en su forma de cisne, se lamentaba de lo solitaria que se había vuelto la vida ahora que la comunicación con los que la rodeaban era imposible.
Un día, mientras caminaba por un bosque cercano a los terrenos del castillo, se encontró con una anciana que vendía jerséis de punto hechos con fino hilo de plata. Intrigada por su belleza, la princesa le preguntó si estaban destinados específicamente a los cisnes, lo que atrajo la atención de todas las criaturas cercanas, incluido un grupo de cuervos que empezaron a reírse a carcajadas. Afortunadamente, no salió ninguna palabra de sus labios; sin embargo, este intercambio causó alarma entre los presentes y pronto se extendió la noticia de lo ocurrido por todo el reino.
Temiendo que la misión de su hija estuviera condenada tras esta indiscreción, el Rey ordenó que todos volvieran a sus casas hasta nuevo aviso, donde reveló otra parte de la maldición de la bruja: ¡cada jersey debía completarse antes del amanecer o, de lo contrario, sus hijos no volverían nunca más a su forma humana!
Todos los miembros de la corte trabajaron incansablemente en la confección de estas hermosas prendas -algunos tejiendo hebras entre sí mientras otros recogían plumas frescas de los pájaros que vivían en los prados de los alrededores-, todos esperando contra toda esperanza que ninguno se quedara sin tiempo antes de que el amanecer atravesara la línea del horizonte. Cuando finalmente llegó la mañana, a sólo unos momentos de la finalización total, todos se alegraron por el logro alcanzado a pesar de haber avisado con tan poca antelación.
Al dar los últimos toques a la última puntada (y silbar la canción del pájaro azul) se produjo una transformación mágica que convirtió a seis príncipes petrificados en humanos una vez más… Después, toda la familia estalló en lágrimas de alegría abrazándose con fuerza para alegrarse del reencuentro, celebrando la nueva libertad de expresión entre los lazos que comparten los hermanos y el amor entre las parejas de padres e hijos, que por fin pueden compartir una conversación sin interrupciones…
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